miércoles, 8 de octubre de 2008

8 de octubre - Homenaje al Comandante (América Latina)

La última vez lo vi irse
entre humo y metralla,
contento y desnudo:
iba matando canallas
con su cañón de futuro.
Silvio Rodríguez

Seré breve en mi relato porque de todas formas, por más extenso que resulte, no alcanzaría para hablar de un hombre que no vivió por el triunfo sino por la pelea, la pelea de nunca acabar contra la indignidad y el hambre.
Ernesto Guevara, hacia lo que decía, decía lo que pensaba y pensaba como vivía. Creía, que en la revolución de América latina, en su penoso proceso, en su destino; y tenia fe en una nueva condición humana, en el hombre nuevo nacido de una sociedad centrada en la solidaridad, en el respeto y no en la codicia.
En el mismo sentido, contra el veneno de la codicia, el mas mortal, el que mata por dentro, el che dijo cuanto dijo, escribió cuanto escribió, vivió como vivió y murió como murió. Y este es el hombre "vivo" que la civilización del consumo no puede digerir aunque, comenta a este héroe de nuestro tiempo en una cabeza de gatillo libre, cuya imagen puede venderse imponentemente en los supermercados de empresas multinacionales.
El Che había elegido un puesto en la primera línea de fuego y había elegido por siempre: este es el insólito caso de un hombre que abandono una revolución, ya hecha por el y un puñado de locos, a empezar otra.
Han pasado ya cuarenta y un años que él fue atrapado vivo y asesinado en Bolivia. Hoy, mientras escribo estas líneas en Santa Cruz, la nostalgia me baña en cuerpo y alma.
Este es nuestro homenaje para un hombre que creyó que la condición humana no esta condenada al egoísmo y a la puta cacería del dinero. Nosotros, creemos que el socialismo no murió junto al muro de Berlín, porque todavía no era y que hoy, en el primer día de la larga vida que tiene por vivir.

Nota: esta breve reseña está dedicada a una mujer que con la capacidad de sacrificio de un cristiano de la catacumbas y con rigor de monje o de guerrero, ha sabido hacer con su paso firme una vida digna. Tiene una mirada limpia, como recién amanecida, como esa manera que miran los hombres que creen en su fuerza profunda y hermosa. Gracias, Inés, por enseñarme uno de los tantos caminos que tiene la vida: la dignidad.

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